(viene de la entrada anterior)
“Ahí, en la memoria, donde las montañas vistas se confunden y las experiencias se transforman, es donde el viaje aporta sabiduría”
Carlos Muñoz Gutiérrez, filósofo y montañero
Volver a casa
Todos los viajes largos dejan huella en la cabeza de quienes lo protagonizan. En muchos casos se trata de un recuerdo que pervive en el tiempo, quizás nos remueva algunos hábitos y formas de pensar, o de actuar. En otras ocasiones la experiencia se va difuminando con el retorno a la vida cotidiana, y al final nos queda una tenue neblina, pálido reflejo de lo que una vez vivimos.
Para entender la superación hay que vivirla desde dentro. No te la pueden explicar, tienes que vivirla. Los humanos necesitamos experiencias que no puedan ser explicadas, que necesitan ser vividas.
En este viaje he tenido días duros, con dolores en los pies y los hombros, días grises y de lluvia, días de soledad, lejos de cualquier gente. Pero en otros el paisaje me ha recibido con unas vistas espléndidas, la luz admirable, me he sentido feliz, viviendo lo que disfrutaba. En estas condiciones el esfuerzo merece la pena, yo disfrutaba, descansaba y me alegraba de estar aquí, en vez de en la ciudad, por ejemplo. Son momentos especiales, únicos, porque permanecerán en mi memoria; si no todo lo visto, si no todo lo vivido, seguro que sí permanece lo sentido.
Y saber que sentí, que me gustó, que me llenó de alegría, ya es una tentación para volver a caminar y subir más montañas, para empezar de nuevo. Y aunque los días “buenos” hubiesen sido los menos (que no fue el caso), vale la pena perseguirlos. Uno vive lo que disfruta, los momentos en que eres plenamente feliz, esos son los que te llevas, no los años que transcurren desde nuestro nacimiento. ¿Qué valor tiene disfrutar de tu pasión? En el sofá de casa no residen las experiencias vitales, para ello es necesario salir de la zona de confort que a veces nos bloquea y nos impide avanzar. Por eso quien ha emprendido un viaje no puede parar y necesita de otros nuevos. Por eso quiero volver a la montaña, para volver a sentir, para volver a mirar, para ampliar mi catálogo de recuerdos, o simplemente para volver a tener la alegría de ver algo bello.
La vuelta, en definitiva, no es tan solo el regreso a casa, sino también una vuelta a mi interior, a tratar de poner orden en mis recuerdos y sacar jugo de este viaje.