No se deja de pedalear cuando se envejece. Se envejece cuando se deja de pedalear…
Anónimo
¡Pedazo bici guapa!… es la exclamación que soltó un joven en la estación de Atocha cuando se cruzó conmigo mientras empujaba mi bicicleta camino del hogar. He querido dejar a un lado la naturaleza y el paisaje para presentaros a mi nueva vieja bicicleta, y de paso escribir en favor de este medio de transporte maravilloso que es la bici. La que muestro en las fotografías perteneció primero a mi querido abuelo, después la utilizó mi tío, y ahora ha caído en mis manos. De su larga existencia (¿años cincuenta?) apenas conservo recuerdos de infancia probándola por los caminos cercanos a la casa familiar, en un pueblo del nordeste segoviano. Era el final de su vida útil, mi abuelo, mi tío, hacía años que ya no la montaban. Después la bici cayó en el olvido durante treinta años, en un rincón oscuro del viejo desván, y siendo entretenimiento de gatos y hogar de arañas, a las que ha dado cobijo generación tras generación.
Ahora, gracias al taller de David, que la ha desmontado, limpiado, sustituido algunas piezas y vuelto a montar para que tuviera una segunda vida, puedo disfrutar de este pedazo bici guapa que volverá a rodar, quizás, por los mismos caminos que recorrió hace ya tantos años.
Pedalear a diario por la ciudad con una bicicleta tiene muchas satisfacciones, tanto a nivel personal, como por lo que implica de reto, de empezar a “romper” el monopolio del tráfico urbano, y de aspirar a vivir en ciudades más habitables y más humanas. Como todo, al principio puede dar un poco de respeto, el riesgo siempre existe, especialmente si nos animamos a circular por la calzada para “robar” el espacio al coche. Pero en realidad solo estaremos poniéndonos trabas a nuestra libertad de decisión. Si somos precavidos, nos hacemos ver, y circulamos sin prisas, usar la bici por la ciudad tiene muchas más ventajas y satisfacciones:
- Nos pone en forma y cuida nuestra salud: fortalecemos nuestras piernas y nuestro corazón, nos quitamos calorías, mejora nuestra autoestima.
- Nos libera del estrés y de las prisas. Nos hace sentir bien, y si nos apetece variar, podemos cambiar la ruta, ir por el parque.
- Ahorramos tiempo: en distancias cortas, hasta 5 Km. es rápida, muy rápida. No por ir en coche llegaríamos antes.
- … Y dinero. Cuesta menos mantener una bici, incluso nos sale más barato que el transporte público. Y no hace falta una de último modelo.
- Nos evitamos atascos, y podemos aparcar muy cerquita de nuestro destino sin problemas.
Ocupa poco. Podemos guardarla en casa. - Contribuye a tener una ciudad más limpia y sana. Cero emisiones, y apenas hace ruido.
- Para todos los públicos: niños y no tan niños. Sin límites de edad.
- Ir a trabajar con ella es como si fuésemos de paseo, y no al trabajo.
- Se puede usar (casi) con todo tiempo, haga frío, calor, incluso lluvia. No hay que tener pereza. Si en Amsterdam pueden, ¿por qué aquí no?
- Y por fin… la ciudad es más bonita con bicis.
Pedalear además con una bici antigua, familiar, después de años en abandono, supone un placer y un lujo difícil de igualar. Es algo así como disfrutar de un coche antiguo pero en económico, marcando estilo al pasear con ella por la ciudad… ¡Algunos hasta nos miran! Son piezas únicas, con un alma que nunca tendrá una bici actual. Recuperar una bici vieja, devolverla parte de su antiguo encanto, y que además funcione, tiene también el valor de darle vida a piezas que, por haberse quedado anticuadas, arrinconamos o enviamos a la chatarra sin ser capaces de verlas con otros ojos. Hay gente que solo después de ver un objeto “viejo” restaurado es cuando aprecia su valor, sin embargo esa misma gente quizás no pensaba lo mismo cuando ese trasto languidecía en un desván, o se acuerda lamentándose de aquellos otros que envió a la chatarra sin miramientos. Por otro lado cuando pensamos en recuperar algo antiguo, evitamos gastar recursos y energía en producir algo nuevo y generar residuos. Una bicicleta es algo que tiene un mecanismo simple y es relativamente fácil de recuperar con un poco de maña, y si es realmente antigua y está tan deteriorada que no nos atrevemos, quizás merezca ponerla en manos de un restaurador de bicicletas como David. En cualquier caso, merece la pena ponerse manos a la obra.
Os dejo con las fotos de mi bici ya restaurada y funcionando, y con otra reflexión sobre la bicicleta del escritor Eloy Tizón. ¿Os gusta?
Uno se moriría sin haber resuelto el enigma de dónde reside el secreto de la bicicleta; si es en los radios, el manillar, la cadena, el sillín, o dónde. A uno le tienta pensar que quizá su alma está en los huecos, en la nada, en ese aire que circula entre las piezas, abanicándolas, y en cómo esa suma de palancas, gomas y tubos precariamente ensamblados se las arregla bastante bien para encajarse y desencajarse carretera adelante y producirse, pese a todo, una cinta, un discurso, una máquina de coser y descoser historias.
La bicicleta es un vehículo movido por el deseo, cuyo motor son los sueños. Lo que impulsa la bicicleta son las ganas de montar en bicicleta, y nada más.
Eloy Tizón, escritor madrileño (1964- )
Qué foto más boníta, artística, preciosa!!!! y aun se me hace mas entrañable porque conozco al hombre del libro. Eres un artísta jesus!!! Es para enmarcalo y ponerlo en el salón.
Gracias, Gregory.
Da gusto tener gente como tú que dedica su precioso tiempo a visitar mi pagina. Eso anima a seguir escribiendo. Un abrazo,