Yo no me limito a tomar las cosas como se presentan: trato de convertirlas en algo que refleje mi conciencia personal, mi espíritu. Trato de encontrar poesía en la imagen.
(Robert Kincadie en “Los puentes de Madison”)
El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, nos permite transmitir sentimientos. Y de la misma manera que el pintor utiliza la paleta de colores para pintar con los pinceles, el músico hace lo propio con los instrumentos o el poeta con las palabras, así el fotógrafo utiliza la cámara para atrapar un instante y expresar emociones. Foto-Grafía viene del griego: “escribir con luz”
Así pues, hacer fotografía de paisaje sería algo como el arte de atrapar, en una imagen, la belleza del entorno que nos rodea: las montañas, el bosque, las flores, los ríos, los pueblos… y que demasiadas veces no somos capaces de pararnos a contemplar, escuchar o sentir.
Fotografiar, como pintar, tiene más que ver con la inspiración, con el estado de ánimo o con la sensibilidad de la persona que contempla lo que le rodea, que con llevar un equipo complejo. Decía Susan Sontag que “la fotografía es, antes que nada, una manera de mirar”. Lo difícil es aprender a ver aquello que nos emociona, solo entonces es cuando de repente se abre la mirada a detalles, formas, luces y texturas que antes no habíamos percibido, y logramos expresar lo que hemos visto en una imagen . Así que afortunado es el fotógrafo que es capaz de detener la mirada del observador en sus imágenes.
Casi todas las fotografías que guardo y que ahora muestro son momentos que recuerdo ahora casi con la misma intensidad que cuando fueron tomadas hace uno, tres o diez años atrás: aquél sábado gris de invierno en que nevaba sobre el puente del río Esca, las luces cálidas y cambiantes que fui contemplando y fotografiando una tarde de primavera desde el Arlás, hasta más allá del crepúsculo, o la visión sobrecogedora y nocturna de la silueta del Anayet, en una noche estrellada de verano.
Me gusta regresar siempre a esos mismos lugares, a las mismas montañas. Siempre descubro algo nuevo que antes no percibí, otra manera de mirar ese mismo lugar, y que me sorprende una vez más. Fuera del paisaje natural apenas hago fotografías: me gusta ver el arte, pasear (a veces) por las ciudades como un turista más, la arquitectura popular, la gente, los pueblos, las tradiciones, pero no los fotografío. Quizás porque este tipo de imágenes requieren de un tipo de visión personal que tal vez no he cultivado lo suficiente y, sobre todo, porque no me transmiten la misma emoción, ni dejan en mi espíritu la misma huella que cuando contemplo la Naturaleza.
En este cuaderno o diario quiero compartir algunas de mis fotografías, comentar o escribir acerca de las imágenes que muestro: cómo las hice, la experiencia de un viaje, narrar una historia, o simplemente un tema para reflexionar, alrededor del hilo conductor de las fotografías mostradas.
No podré transmitir en ellas la experiencia personal de cuando las tomé: el frío de una noche de vivac, la brisa agradable de una tarde primaveral, el deleite de ver amanecer desde una cima… tampoco la paciencia, la soledad, el cansancio, la decepción de un día lluvioso y gris, y otros muchos sentimientos personales vividos en el paisaje natural. Pero me alegrará saber si mis fotografías os gustan.
Paisajes imaginados.
Hola tocayo 🙂 ¿Sabes…? Con tu escrito y tus fotografías impulsas las ganas de salir a buscar y percibir sensaciones. Al fotógrafo que te lea le entrará una enorme ansia de fotografiar con ese sentimiento que le pones a tus fotos. Es un modo contagioso de congelar momentos y lugares. 🙂
Lo que has escrito toca mi corazón, y despierta mi admiración por el artista, pero sobre todo por ese ser humano, que mira con ojos de niño, que se sorprende, que siente, que se conmueve, que transmite, que ama, que ES. Me siento orgullosa de tener un amigo como tú.