“En la montaña el alma se eleva, el corazón se sanea; el pensamiento participa de esta paz profunda. Las montañas de Pasaia tienen para mí dos atractivos particulares. El primero es que dan al mar (…) el segundo es que son de arenisca. La arenisca es la piedra más divertida y la más extrañamente modelada que existe (…). No hay aspecto que no adopte, no hay capricho que no tenga, no hay sueño que no realice; tiene todas las caras, hace todas las muecas. Parece estar animada por un alma múltiple. Aquí en Pasaia, la montaña, esculpida y trabajada por las lluvias, el mar y el viento, está poblada por la arenisca de una infinidad de habitantes de piedra, mundos inmóviles, eternos, casi pavorosos”.
Víctor Hugo, en su libro “Alpes et Pyrénées”, de su viaje en 1843
Vuelvo una vez más a los escarpes rocosos de los acantilados de la montaña de Jaizkibel, ahora ya por paisajes que para mí son ya familiares y conocidos. Nunca habría imaginado que el paisaje costero me sedujese como hasta ahora lo han hecho las montañas pirenaicas o los paisajes de mi niñez, en el nordeste segoviano. Pero ahora que empiezo a desentrañar los caminos que me llevan a los secretos de este rincón del litoral cantábrico, Jaizkibel forma ya parte de los lugares a los que quiero volver de nuevo.
Esta vez desciendo por sus acusadas pendientes para contemplar y fotografiar las maravillosas texturas que el agua y el viento han tallado caprichosamente en las areniscas, y que los geólogos llaman geoformas. Al igual que las paramoudras y los muros pintados en rojos, naranjas y amarillos de Labetxu, los intrincados relieves que forman las areniscas proporcionan para la mirada del caminante que las contempla, infinitas combinaciones a cual más abstracta y más bella. Investigando sobre su proceso de formación, he disfrutado del trabajo de muchos otros fotógrafos, siempre fotografías diferentes y hermosas.
Las areniscas de Jaizkibel se formaron en la cuenca marina durante el Eoceno, hace 48-56 millones de años, y comenzaron a emerger durante la formación de los Pirineos hace unos 40 millones de años. Estas areniscas están formadas por un entramado compuesto mayoritariamente de granos de cuarzo, cantidades minoritarias de feldespatos y micas, cohesionadas por una matriz o “cemento” de carbonato cálcico que los une.
En la formación de estas cavidades en las areniscas influye la erosión debida al viento, al agua, la humedad ambiente y la sal marina; pero sobre todo la química resulta ser el factor fundamental: el carbonato cálcico es soluble en agua, y al disolverse se produce la meteorización de la rocas, que se van debilitando y disgregando, y esto a su vez facilita la erosión y el transporte posterior por el viento de los granos de cuarzo y otros minerales.
De esta forma con el paso de cientos y miles de años se van creando y ampliando pequeños agujeros, alveolos y “celdas”, que se tornan cada vez más grandes e intrincadas hasta formar grandes paneles abigarrados y tramas huecas que parecen salidos de la mano de un exquisito orfebre que hubiera trabajado sobre la roca. Dependiendo de la riqueza de unos u otros elementos químicos, fundamentalmente el hierro, los colores son más o menos blancos, ocres, amarillos, anaranjados o rojos.
Parece mentira que algo que aparentemente debería ser desordenado y caótico de lugar a estructuras ordenadas y hermosos patrones. Las formas más comunes son las que semejan a las celdas de un panal de abejas, pero hay muchas, muchísimas otras: hojaldres, alveolos, corales, cortinas, vetas de distintos colores, arcos, nichos, tubos, cúpulas, corales, cavernas, orificios que comunican con el exterior y son atravesados por los rayos de sol, gárgolas, escrituras extrañas labradas en roca que solo la mirada de un geólogo podría leer, hasta donde la imaginación llegue…
“…es un ermitaño con cogulla (…) son los enanos con picos de pájaro, monstruos con forma humana con dos caras una de las cuales ríe y la otra llora (…) En el gran drama del paisaje, la arenisca desempeña el papel caprichoso; a veces grande y severo, otras gracioso; se inclina como un luchador, se acurruca como un payaso; es esponja, pudin, tienda de campaña, cabaña, tronco de árbol (…) tiene rostros que ríen, ojos que miran, mandíbulas que quieren morder y pacer el helecho (…) una montaña de arenisca siempre está llena de sorpresa y de interés. Siempre que la naturaleza muerta parece vivir, nos conmueve con una extraña emoción”.
Víctor Hugo, en su libro “Alpes et Pyrénées”
En el sendero encontramos también grandes rocas, que los estudiosos llaman “taffoni” que por un lado aparentan poco interés, pero al dar la vuelta a sus paredes encontramos en su parte interior, protegidos del sol y del viento con una curiosa “visera”, estos impresionantes y delicados murales producto de la arenización de las rocas. Orfebrería fina y delicada que forma un patrimonio geológico que merece la pena conservar: Se contempla, pero no se rompe.
Cada vez que desciendo por la montaña de Jaizkibel hacia la costa voy descubriendo rincones inaccesibles para mí, que quisiera poder algún día explorar para poder disfrutar de sus secretos. Unos hacia arriba arriba, en cavidades que se intuyen en escarpes rocosos de las laderas de los barrancos, semi-ocultos entre la vegetación exuberante de la zona… y otros abajo, junto al mar, acantilados que se adivinan como impresionantes murales pintados, pero fuertemente protegidos del visitante por las olas y un suelo que de resbaladizo es casi imposible atravesar. Probablemente siempre me tendré que conformar con contemplarlos en la lejanía y soñar que un día pueda volar hacia ellos…
Para saber más…
http://www.aranzadi.eus/wp-content/files_mf/1298302185GalanNieto.PseudokarstArenisca.pdf
Querido Jesús, que trabajo más impresionante has hecho. Quizás había que esperar hasta hoy para poder darme cuenta. Ni siquiera sabía que existía algo tan bello como Jaizkibel. Las fotos de las geoformas son de una belleza indescriptible. Gracias por compartir este bonito regalo y esas bellas palabras de Victor Hugo que tampoco conocía: “En la montaña el alma se eleva, el corazón se sanea; el pensamiento participa de esta paz profunda(…). No hay aspecto que no adopte, no hay capricho que no tenga, no hay sueño que no realice; tiene todas las caras, hace todas las muecas.”.